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ACOGER A JUDÍOS FUGITIVOS EN CASA (Y NO OLVIDARLO)

REPORTAJE

Las vivencias del pueblo de Les durante el Holocausto: recuerdos buenos, leyendas negras y pomadas milagrosas

―¿Qué sabe de los judíos que estuvieron aquí en Les?

―¿Qué judíos?

―Durante la Segunda Guerra Mundial algunos judíos que huían del Holocausto se refugiaron en algunas casas de este pueblo.

―¿Ah sí? ¿Aquí? ¡No lo había oído nunca! ¿En serio?

Hay gente que sí sabe como fue. Una de las respuestas más íntimas se encuentra después de dar vueltas por dentro de un hotel cerrado. Es extraño: no hay nadie, pero todo sigue igual; sofás en la sala de estar, mesas, la recepción, los números de las habitaciones e incluso los carteles de “servicios”. El Hotel Juan Canejan de Les (Vall d’Aran) parece un hotel en toda regla, pero no tiene ni huéspedes ni trabajadores. Curioso, aunque más curioso e interesante es su pasado.


El ascensor sigue funcionando. En una habitación del segundo piso vive Irene Boya. Hace 70 años este hotel era su casa, y en la habitación donde hablamos estuvo comiendo durante quince días con una familia judía que consiguió escapar de los nazis. “Cuando se marcharon lloré”, recuerda Boya sonriente. “Había jugado bastante con ellos, sobre todo a pelota”. Dice que si les viera ahora no les reconocería, ni tampoco sabría qué decirles. Se vieron por primera y última vez en Les, y aún no sabe si finalmente consiguieron escapar y llegar a América.

Setenta años después, sus recuerdos son la mayoría de la memoria que queda de aquellos días en el pueblo.


Irene Boya actualmente en su comedor (Foto de: Eugènia Güell i Barnils)

Ella llamaba “polacos” a los judíos porque venían de Polonia, aunque también venían de Austria, Holanda, Bélgica, Francia y por supuesto, de Alemania. Fuesen de donde fuesen eran judíos, y por eso escapaban de los nazis. Ahora Boya es la última persona que queda en el pueblo de Les que convivió con judíos en su casa, aunque no fue la única que los acogió. “Llevaban algunas bolsas y maletas. Pero no mucho, porque tenían que cargarlo en toda la ruta por la montaña”, explica Boya.


Durante la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1944), los judíos eran perseguidos en toda la Europa ocupada por los nazis, y miles huyeron del Holocausto cruzando las montañas de los Pirineos de Lleida y Andorra. Eran días de ruta duros, fríos y peligrosos, en los que no dejaban de caminar. Para esconderse de la vigilancia les ayudaban unos guías o “pasadores”, que les indicaban el camino hacia los pueblos. Una vez habían cruzado la frontera española clandestinamente, tenían la posibilidad de salvarse. “Cuando llegaban aquí los devolvían a Francia y los mataban, o los encerraban en campos de concentración. Pero el señor Giner, administrador de la aduana de Les, hizo un acuerdo con unos guardias y si les veían pasar por un lado, ellos iban por otro. Luego el capellán del pueblo les llevaba a las casas y se quedaban aquí”, dice Boya. La Vall d’Aran fue una de las principales vías de evasión, y el pueblo de Les era el primer pueblo después de cruzar el punto aduanero de El Pònt de Rei. Los judíos se refugiaban unos días en distintos pueblos, y desde allí podían dirigirse hacia los puertos españoles o portugueses. Estaban a punto de ser libres.


Hotel Juan Canejan actualmente, en Les. (Foto: Eugènia Güell i Barnils)


Setenta años después del Holocausto, el ambiente en Les ha cambiado. “¡Relájese, que está en la Vall d’Aran!”, dice una camarera a un cliente. Ahora las calles de Les un viernes cualquiera por la tarde están tranquilas. Los turistas pueden hacer andando los caminos de evasión que hicieron los judíos, ya que La Diputación de Lleida inició el proyecto Perseguits i salvats, en el que investigó y divulgó información de los hechos ocurridos en los Pirineos de Lleida en aquella época, además de señalizar las rutas que pasan por distintos pueblos de La Vall d’Aran, La Seu d’Urgell, El Pallars Sobirà y Lleida.

Aun así, hay habitantes en Les que no saben qué pasó. Otros saben lo que les han contado. Otros, como Mireia Boya, la sobrina de Irene, investigan y trabajan para la memoria de los hechos. Y de los que recuerdan aquellas odiseas sin vuelta a casa, algunos lo hacen con nostalgia, pero otros lo recuerdan con rencor.

―¿Qué sabe de los judíos que estuvieron en Les?

―Todo lo que se dice son comentarios, y nada está del todo contrastado.

―¿Qué quiere decir?

―Pues que había gente que les engañaba. Y aquí te quedas.

Joan Segura, el carnicero del pueblo, no es el único que cuando le preguntan por los judíos pone mala cara. “Venían de las montañas y llevaban mucho oro. La gente los tenía en su casa, pero algunos aprovechaban y robaban todo lo que llevaban los judíos, y ahora hay familias muy ricas”, asegura una mujer del pueblo. La mayoría de los que lo dicen no quieren revelar su nombre.

“Les salvamos las vidas y nadie cobraba nada, era una caridad”, asegura Irene Boya. Aunque más tarde afirma: “(…) y otras cosas, pero no se pueden decir”. Y cuando le pregunto por qué, dice: “Hay otras familias, y a veces la gente es rica y no sabes cómo. No se puede decir”.

A pesar de lo que cuentan los testimonios, los historiadores no confirman nada: “no he conseguido encontrar ningún documento que pruebe esto”, asegura Josep Calvet, historiador experto en el tema y escritor del libro “Huyendo del Holocausto”. En su libro habla de unos guías de Andorra que se quedaron con los relojes y el dinero de los judíos que acompañaban. “Historias de estas se explican no solo en la Vall d’Aran, sino también en Navarra, Osca, Andorra, Girona y en todo el Pirineo”, dice. Jèp de Montoya, jefe de Cultura y Patrimonio de la Vall d’Aran, responde que “todo el mundo ha oído hablar de cosas”, pero que nadie le ha llegado a testimoniar “de forma convincente”.


Si se trata de una leyenda negra o no, esto lo sabremos más adelante: “los estados irán desclasificando la documentación de esta temática, que es secreta hasta que pasan unos años”, certifica Carmen Maria Marugan, responsable del archivo documental de Sort. Ella también argumenta que no hay pruebas, pero que se cobraba por pasar y que a veces se subía el precio pactado. Según dice, incluso se comenta que en Andorra los asesinaron por “quedarse con todo lo que llevaban”. Circulan leyendas, sin pruebas.

“¿Conocía usted algo de esto? ¿Tiene algún dato que aportar? De ser así, puede hacerlo añadiendo un comentario”. Así es como Rosa Sala Rose, investigadora experta en el nazismo, busca a través de su blog testimonios para recuperar la memoria histórica de lo que ocurrió en los Pirineos de Andorra para hacer un estudio y evitar el olvido.


De aquellos años en Les quedan memorias como las de Irene, algunos rumores, muy pocos testimonios y leyendas negras. Los edificios que quedan de entonces están cerrados y abandonados. Además de la comisaria de Policía que controlaba pasaportes y mercancías, también había el Hotel Francoespañol, donde también pudieron alojarse algunos judíos.

Los que los padres y la padrina de Irene Boya acogieron en agosto de 1942, cuando ella tenía doce años, se refugiaron en una casa solariega donde la familia de Boya tenía cerdos y gallinas. “Los polacos dormían allí y comían en casa, sobre todo yogures y patatas hervidas, muchas patatas”, recuerda. “Eran sencillos y elegantes. El padre de la familia judía hablaba un poco de castellano y así nos comunicábamos. A mi me enseñó algunas palabras en polaco, pero ya no las recuerdo”, dice.

Es imposible volver a entrar en la casa donde dormían los judíos que acogió la familia Boya. Está cerrada, casi en ruinas. Boya confiesa que le gustaría arreglarla, pero que con la crisis no ha podido. Ahora, en su habitación reformada del Hotel Juan Canejan –cerrado temporalmente por causas personales-, busca entre revistas

Hotel Francoespañol actualmente. (Foto: Eugènia Güell i Barnils)


antiguas, libros de la Vall d’Aran i de Arguiñano alguna foto de su casa durante aquellos años. En aquel momento no sabían que ayudarles se convertiría en un mito: “Lo hacíamos porque lo teníamos que hacer, sin miedo. Era una barbarie”.


Casa solariega de Irene Boya donde se habían refugiado los judíos, actualmente. (Foto: Eugènia Güell i Barnils)


Semanas después que los judíos se fueran, Boya recibió en su casa una caja pequeña llena de caramelos y una pomada. “Mi hermano estaba enfermo, y el señor polaco nos dijo que cuando llegara en Lleida nos enviaría algo que le iría muy bien para los eczemas”, dice Irene con una sonrisa. “Y gracias a esta pomada, mi hermano se curó”.


Estas memorias son las que quedan en Les setenta años después.

―¿Qué sabe de los judíos que estuvieron aquí, en Les?

―Poca cosa, lo que me han explicado.

―¿Qué le han explicado?

―No sé, no lo recuerdo. ¡Tienes que hablar con algún abuelo!

Puerta de la antigua casa solariega de Irene Boya, actualmente. (Foto: Eugènia Güell i Barnils)


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